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Investigación y Desarrollo

Investigación y Desarrollo en las Universidades Públicas

(BREVÍSIMA CONTRIBUCIÓN PARA PENSAR LA IMPORTANCIA DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA)

Insensiblemente, se ha impuesto una cierta representación de la tarea universitaria que hace innecesario preguntarse por el contenido y expresiones de la investigación científica en las universidades públicas. Un tema de larga presencia en otras épocas, de vital urgencia para un país que aspiraba al desarrollo, se pretende ahora que sea un espacio clausurado a la reflexión. ¿Tiene esto algún fundamente? Desde nuestra perspectiva, no hay fundamento ni justificación válida alguna: con toda certeza, sigue siendo pertinente pensar “lo público” en el plano del quehacer académico.

Después de casi tres décadas, en que ha dominado una lógica demasiado rasante, centrada en la subvención a la demanda y del fondo concursable, hoy la investigación en las universidades públicas parece tener apenas sutiles diferencias respecto a las universidades privadas, tengan o no éstas alguna vocación de servicio. El hecho es que el Estado se ha desentendido del carácter estratégico de la investigación, y de su absoluta pertinencia para el desarrollo del país. Se ha impuesto una dañina competencia por reducidos recursos públicos para investigadores e instituciones determinadas, acarreando con ello graves efectos estructurales para el mundo universitario, social y productivo.

Tenemos en Chile una situación única: no existe en el mundo un sistema en el cual la investigación científica esté enteramente sometida a criterios de adjudicación, y a la inercia de las instituciones universitarias. Aun así, en este desfavorable estado de cosas, la Universidad de Chile ha logrado mantener el primer lugar en producción científica del país. Con dificultad, a pesar del impacto de un Estado en retroceso y de un entorno muy desfavorable (caracterizado por el aumento de la precarización social de la actividad científica; una casi nula relación con el contexto político y social; y una fiera competencia de universidades privadas, favorecidas por la flexibilidad administrativa que deriva del hecho de estar exentas de fiscalización en su captación de recursos públicos), la Universidad de Chile ha mantenido un alto estándar en materia de investigación.

Otras naciones más desarrolladas, en forma opuesta a la situación que vivimos en Chile, han comprendido el valor de proteger y estimular la investigación científica bajo el alero de instituciones de excelencia. No por simple capricho, sino porque entienden que este es el modo de construir competencias productivas y sociales para el presente y el futuro; para fortalecen los espacios republicanos de intercambio inteligente, de diálogo y de cultura, brindando un activo intangible, pero de esencial importancia: aportar a la superación de problemas nacionales complejos.

Al respecto, podemos mencionar a nuestro querido Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), y el rol protagónico que tuvo en el proceso de erradicar la desnutrición infantil. Así como éste, los ejemplos se multiplican. Consideremos, el impacto sustantivo en el progreso técnico de la agricultura y la vida rural en la segunda mitad del siglo XX; y la creación de la industria forestal, salmonera y del cobre, que no podrían existir sin el esfuerzo y la participación activa de la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado.

En la actualidad, sin embargo, la falta de política laborales de nuestros trabajadores del cobre, la imposibilidad de establecer el potencial productor en la industria salmonera, los altos niveles de contaminación ambiental, la degradación de nuestros bosques nativos, entre muchos otros problemas que podemos encontrar en las diversas áreas productivas, son el testimonio de una lamentable divorcio entre la investigación científica y las políticas públicas.

No sería justo, por cierto, desconocer los aciertos que han logrado instituciones como CONICYT. En particular, es evidente que FONDECYT ha logrado ser un instrumento valioso para el desarrollo científico básico, pero se trata ahora de superar la fragmentación, y pensar en forma más amplia e integrada, las asignaciones basales a las áreas vertebrales del país, y la ejecución de proyectos nacionales de envergadura.

Esto último, tal como ocurre en Brasil, y la producción nacional de vacunas y medicamentos para el sistema de salud público; en Ecuador, y su parque tecnológico Yachay (el más grande de América Latina); y en EEUU, y el gigantesco proyecto NASA, una entidad estatal y pública dedicada a la exploración del universo.

Los problemas de una nación rara vez concluyen. Todo lo contrario, unas soluciones traen nuevas necesidades y con ello nuevos desafías. No puede ser un misterio, nuestro país enfrenta serios desafíos para el futuro: diversificación de la matriz productiva, desarrollo sustentable, desigualdad social, desarrollo y planificación urbana, descentralización y desarrollo regional, democratización; y acceso público a los recursos naturales, por mencionar sólo algunos.

La decisión fundamental no se limita a la asignación de unos millones más o menos. El asunto está situado en un escenario mayor: ¿Cuánto cuesta en realidad el futuro del desarrollo intelectual, político y social de un país entero? Creemos que a partir de este momento, es imperioso superar la fragmentación y precarización de las instituciones públicas, con el fin de impedir a tiempo el extremo de un país con recursos naturales agotados, crecientemente contaminado, sin tecnologías propias, y con sus mejores cuadros científicos trabajando en el extranjero, porque no tienen espacio de desarrollo en su propio país.

En definitiva, creemos imperioso que la Universidad de Chile recupere su misión y sentido tradicional. Esto debe significar una mejora para las universidades estales, en rol activo de frente al progreso, la democracia y la justicia social. Debe también significar un nuevo estándar en lo que respecta al concepto de universidad, atendiendo a su complejidad y magnitud históricas. Finalmente, debe a su vez contribuir al desarrollo científico en todas las áreas del saber, y por consecuencia a una mejor comprensión de la vida humana y ciudadana, multidimensionalmente independiente de los obvios parámetros del mercado.